En Brasil ganó la medalla de oro en la prueba de 4×200 metros estilo libre. Junto a los otros cinco oros, tres platas y tres bronces que ya había logrado entre Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012, este triunfo le consolidaba como uno de los mejores deportistas olímpicos de la historia. Sin embargo, la participación del nadador estadounidense Ryan Lochte en los Juegos de Río 2016 será recordada más bien por el turbio episodio que protagonizó días después, cuando aseguró que él y otros tres representantes del equipo norteamericano habían sido atracados a punta de pistola durante una noche de fiesta en la ciudad. No tardó en descubrirse que en realidad la juerga se les había ido de las manos y los asaltantes no eran más que agentes de seguridad que les recriminaban orinar en la vía pública y protagonizar actos de vandalismo en una gasolinera.
La policía brasileña acusó a Lochte de haber hecho una denuncia falsa, lo que podía incluso haberle llevado a prisión, aunque finalmente el caso se saldó con una multa, el nadador pidiendo disculpas por su comportamiento (que achacó al exceso de alcohol) y el hundimiento absoluto de su reputación. A Lochte le llovieron críticas por todas partes: desde otros atletas que se lamentaron de que el incidente había tapado el éxito colectivo y el gran esfuerzo del equipo estadounidense, hasta protestas en la prensa de su país por la mala imagen que dan actitudes como esta a toda la población de la nación. Se publicaron artículos titulados “Razones por las que Ryan Locthe es lo peor”, el hashtag #Lochtegate llegó a ser trending topic en Twitter durante varios días e incluso Wikipedia tiene una página muy extensa dedicada al asunto.
Lochte, gran culpable de cara a la opinión pública, no tardó en pagar las consecuencias. Además de toda la presión mediática y la repulsa social que sufrió, perdió contratos de patrocinio por valor de millones de dólares con marcas como Speedo o Ralph Lauren, y el Comité Olímpico estadounidense le apartó de la competición durante 10 meses (hasta el próximo 30 de junio), haciendo imposible clasificarse para el Mundial que se disputará en Budapest en julio. Incluso recibió amenazas de muerte. Quizás demasiado que asimilar para un hombre que, a sus 32 años, parece que ya ha dejado atrás los mejores años de su carrera.
En una entrevista para ESPN, ha confesado que, en sus peores momentos, llegó a plantearse el suicidio. “Después de Río yo era la persona más odiada del mundo. Hubo un par de veces que estaba llorando y pensando que si me iba a la cama y nunca más me levantaba, mejor. Estaba a punto de colgar toda mi vida”, asegura. Se queja también de que se exageró mucho su crimen, y de que otros deportistas, y otras figuras públicas ajenas al deporte, se han visto envueltos en escándalos mucho peores sin que se generara tanto revuelo. Y recuerda que los deportistas olímpicos no tienen la suerte de “poder meter 40 puntos la semana siguiente y que todo el mundo les vuelva a querer”, sino que participan en disciplinas en las que pueden ser héroes dos semanas pero luego todo el mundo se olvida de ellos durante los siguientes cuatro años.
Lochte se sumió en una gran depresión de la que está saliendo con ayuda de su novia, la modelo Kayla Rae Reid, y la esperanza del hijo que está previsto que nazca este mismo mes de junio. Ya está pensando en los Juegos de Tokio 2020, a los que llegará con 36 años. Es un gran reto, pero está dispuesto a superarlo: ya dejó la natación en 2013 y volvió con éxito, ganando varias medallas en el Mundial de 2015. Ahora, gracias a su futuro hijo, dice que “la llama se ha encendido y es más fuerte que nunca, y me emociona porque sé lo que va a pasar en Tokio. ¡Todo el mundo lo va a ver!”
Ryan Lochte se planteó el suicidio tras su escándalo en los Juegos de Río 2016
